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martes, 1 de abril de 2025

Atrapar el tiempo


No existe el tiempo. El pasado es memoria. El futuro, imaginación. ¿Dónde hay tiempo en la memoria y en la imaginación?

Solo existe el eterno presente. Pero este no puede ser pensado. No se puede conceptualizar. Esto significa que el pensamiento “presente” no puede ser encerrado en una idea para crear un concepto ya que no es posible agarrarlo, aprisionarlo, pues se escurre entre los dedos. 


¿Y entonces, si no puedo crear un concepto del presente, significa que no existe?

No. Significa que crear un concepto es una ilusión y que el presente es real. Significa que todo lo que conceptualizas, en realidad, no existe. Significa que, en el presente, llevas la ilusión ante la verdad. 


miércoles, 19 de marzo de 2025

Enterrar al niño

 


Hacerse adulto no es sustituir al niño. 

Tu inocencia es la que sufre. Ahí es donde aún eres un niño. Ahí reside tu parte vulnerable pero también tu alegría. 

Creo que hacerse adulto no debería implicar enterrar al niño. Debería proteger al niño. El niño teme que su perro muera porque cree que en el perro reside su alegría al pasearlo y jugar con él, la compañía que siente cuando se recuesta a su lado, lo incondicional del amor. 

Sin embargo, el adulto sabe que el perro morirá porque es mortal. El adulto comprende que todas esas cosas que parece sentir no proceden del perro. Le pertenecen a él. Y el perro solo es la inocencia que encuentra donde proyectar todo eso que procede de su propia inocencia. 

Y cuando el perro muera, él seguirá conservando alegría y ganas de amar. Y buscará otra excusa para dejar salir aquello que lleva consigo.

El niño siente y te hace feliz. El adulto que crece en ti puede proteger al niño y, por tanto, proteger tu alegría. 

No entierres al niño. 


lunes, 10 de marzo de 2025

Realidad

 El testigo solo observa. 

No obstante, nos perderíamos la película si solo hiciésemos este análisis. El que parece acontecer al ver a alguien en observación, pues esta va mucho más allá.

Lo observado es la clave. Así, cuando el observador solo se presta a testificar lo que acontece, seremos testigos de la disolución de aquello que se observa: un pensamiento, una emoción, una situación, palabras que el viento se lleva...

La pregunta correcta es ¿Por qué se disuelve, por qué aquello que es observado y no alimentado con un juicio, otro pensamiento, o de cualquier manera...no persiste?

La respuesta es la vacuidad de la impermanencia. La naturaleza inherente a todo aquello que cambia o desaparece (que es un cambio) es vacuidad. Y solo por eso puede disgregarse. Porque no es real.

Pero si cogemos algo que lo es, el silencio interior por ejemplo, ello no desaparece. Es real. Y siempre es lo mismo. Es inmutable. 


El silencio puede ser velado, pero no disgregado.

Todo lo que no es real desaparece si no es alimentado.


Por ello, observa sin implicarte en lo observado. Lo que no es real desaparece. Lo que quede, es lo real.




sábado, 1 de febrero de 2025

La conversación

 


Habían pasado ya dos años. Mis compañeros y yo mismo, habíamos aceptado la rutina impuesta. El silencio, en principio, había sido el eje de nuestras vidas en el monasterio Zen de Pandapamar. Un lugar que no aparece en los mapas. Como llegué aquí es una historia que no tiene cabida en estas letras. 

El paso del tiempo hizo que nos olvidáramos de que podíamos hablar. Y el silencio quedó en silencio para formar parte del olvido. 

Pero una vez cada dos años, el maestro, rompía el sagrado silencio y nos permitía a todos una sola pregunta. La promesa era una sola respuesta. 

Nadie habló. Por ello, yo hablé. 

—Maestro, para aceptarnos exigiste que nos mantuviéramos en silencio ¿Qué es lo que enseña el silencio?

El maestro no contestó de forma inmediata. Con las manos unidas y un pronunciado balanceo del cuerpo parecía esperar algo. Pasó un tiempo indeterminado y yo casi había perdido la esperanza de escuchar la respuesta prometida cuando el maestro habló:

—Hablar en voz alta—dijo en voz muy queda—hace más difícil que tus errores pasen desapercibidos. Y vas a errar. Lo harás mientras creas que tienes una voz propia, ya que te verás tentado a utilizarla. Y la voz expresará significados que tú confundes con entendimiento. 

Dicho esto, su voz se apagó. Y yo supe que tendría dos años para reflexionar sobre sus palabras. Así que, con lentos movimientos, bebí una gota de agua de mi recipiente que me acompañaba a todas partes con la esperanza de que apaciguara la pregunta que había surgido en mi mente y quemaba mis labios. 

A los dos años, no pude esperar. 

—Maestro. ¿Cómo puedo encontrar el entendimiento, cómo puedo distinguir este de lo que no lo es?

—Esos significados que otorgas a lo que llamas realidad, no se basan en la comprensión, o no suelen hacerlo. Se basan en lo que tú decides, en cada instante, qué son las cosas. Es decir, qué es la realidad para ti en este momento. Aunque cambie en el siguiente. 

¿Puede algo que es real ser una cosa y cuando pasa un momento, otra?

La verdad es lo que es. 

No lo que uno cree que es.

Dos años más. Juro que estuve a punto de levantarme, pegarle una patada al incensario, agarrar por la solapa al maestro y torturarlo hasta que me diera todas las respuestas. Todos eran pacifistas, así que no se opondrían. 

Así no había forma de entender nada. 

Dos años pasan enseguida en el mundo donde la inconsciencia campa a sus anchas. De pronto tienes quince años y en un momento cuarenta y tres. Pero en el monasterio, dos años son setecientos. Creo que el control para no perder los estribos y conservar la cordura, es la verdadera enseñanza del sagrado lugar. 

Estaba convencido de que mis compañeros, de haber podido hablar, claro, habrían consensuado que yo era el charlatán del monasterio. Afortunadamente, no me importaba. Y ello hablaba del largo camino que aún tenía por delante. Así que, no di opciones y cuando pasaron los dos años prescritos, volví a tomar la palabra. 

—Maestro. ¿Qué cosa es peor, hablar con el propósito de entender a riesgo de equivocarse, o bien callar y morir en la ignorancia?

El maestro me miró en esta ocasión. Su mirada decía: "este otra vez". Como era costumbre, se tomó su tiempo, y yo que no podía evitar el cálculo mental que discurría por mi interior para adivinar si a aquel hombre, viejo ya como un pergamino, le daría tiempo a contestar una nueva pregunta dentro de dos años, rogaba porque su respuesta fuera definitiva. 

—Cuando en algún momento en el tiempo—comenzó diciendo—, seas consciente que viviste, en todo instante, a través del velo de tus pensamientos, y que estos te hicieron errar una y otra vez, haciendo daño a los demás pero, sobre todo, a ti mismo, entonces sentirás el peso de la culpa. 

Para cuando eso ocurra, recuerda esto ahora: la verdadera humildad consiste en no tener que disculparse nunca. 

No sé si fue por humildad o porque se me agotaron las ganas de hablar. Pero decidí abandonar el monasterio. 


lunes, 20 de enero de 2025

Despedida

Vi el temor tratar de esconderse por los matices de su gesto, en las voces estridentes aún cuando su cercana presencia las hacía innecesarias. En el discurso de sus palabras que apuntaba a cuestiones que no me interesaban ni a mi, ni a ella. 
Era miedo lo que me explicaba mientras acusaciones veladas, y otras no tanto hablaban voces inanes. 
Y yo, en lugar de darle un abrazo, de intentar consolar ese temor palpitante, de cuidar su rostro, su cuerpo, sus manos…, le dije cualquier cosa que no fue suficiente. Me alejé de su miedo y jamás volví a verla. 
Porque su miedo me recordaba al mío. 


miércoles, 1 de enero de 2025

Quemad las naves



Vivid…,vivid…!

Quemad todas las naves!

Y solo cuando las cenizas queden

podréis comprobar lo que el mundo era. 

Quemad las naves!

Pues la muerte os cuenta que no hay un mañana. Vivid antes de que llegue el fin y ya no quede nada. 

Quemad todas la naves!

Pues debimos venir para eso, en un mundo sin Dios ni destino.

Quemad las naves!

Pues no hay retorno posible y el tiempo se agota. 

Esto es la vida. Un por si acaso. Un qué más da. Todo da igual pues la muerte todo acaba. 


Eso crees. Y eso vivirás. 


Una y otra vez






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"No es que el Universo sea más extraño de lo que imaginamos, es que es más extraño de lo que podemos imaginar" W. Heisenberg.