El testigo solo observa.
No obstante, nos perderíamos la película si solo hiciésemos este análisis. El que parece acontecer al ver a alguien en observación, pues esta va mucho más allá.
Lo observado es la clave. Así, cuando el observador solo se presta a testificar lo que acontece, seremos testigos de la disolución de aquello que se observa: un pensamiento, una emoción, una situación, palabras que el viento se lleva...La pregunta correcta es ¿Por qué se disuelve, por qué aquello que es observado y no alimentado con un juicio, otro pensamiento, o de cualquier manera...no persiste?
La respuesta es la vacuidad de la impermanencia. La naturaleza inherente a todo aquello que cambia o desaparece (que es un cambio) es vacuidad. Y solo por eso puede disgregarse. Porque no es real.
Pero si cogemos algo que lo es, el silencio interior por ejemplo, ello no desaparece. Es real. Y siempre es lo mismo. Es inmutable.
El silencio puede ser velado, pero no disgregado.
Todo lo que no es real desaparece si no es alimentado.
Por ello, observa sin implicarte en lo observado. Lo que no es real desaparece. Lo que quede, es lo real.
Generalmente el observador se precipita al emitir un juicio hacia el observado. La mayoría de las veces el rehén -el observado- se disfraza para no ser descubierto.
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