Compré un tacote de notas para oficina, grueso, de 500 hojas cuadriculadas con márgenes arriba y abajo. No sabía para qué. Realmente, necesitarlo, no lo necesitaba pero estaba a buen precio en la papelería donde suelo comprar mi revista de moto favorita (no diré el nombre por aquello de la publicidad). Fue un impulso, eso es. Como cuando compras patatas fritas en el súper, o donuts. Yo, una vez, compré por impulso un desatascador para cuando se me embozaran las tuberías y acabé regalándolo a mi amigo invisible de aquellas navidades cuando me dejó Pilar. Después de once años, dos meses y tres días de noviazgo. Lo estoy superando.
Cuando llegué a casa puse el tacote junto al ordenador presidiendo la mesa. Seguramente —pensé—, la lámpara de mesa y —sospecho— el mismo ordenador, pensarían: “mira este, acaba de venir y ya está el primero. No hay nada como un buen enchufe.” Qué tontería. Pero lo pensé.
Pasados dos días el tacote de notas aún se conservaba virgen y eso que tenía la tentación constante cada vez que me descubría mirándolo de emborronar la hoja con garabatos pero me contenía. Hay que darle sentido a las cosas. Debía esperar a anotar un pensamiento fugaz, una idea para mi próximo relato, el teléfono de mi próximo y definitivo amor no imposible. Como el de Marta. Pero el de Marta no puedo anotarlo, me lo sé de memoria. Eso sería como un fraude al tacote de notas. He salido unas catorce veces con ella. Recuerdo que la primera vez fantaseaba con tener sexo en la primera cita. No pudo ser. Seguro que en la quince ocurre y de ahí a la eternidad. Salimos cuando terminamos de trabajar, ella es practicante. Bueno a ella no le gusta que la llame practicante, “T é c n i c o s a n i t a r i a”, me deletrea cada vez que se me escapa delante de ella. Pero a mí se me ha metido lo de practicante y no hay forma. También es bajita y yo le digo cariñosamente “enana”. Enana, esto…, enana, lo otro…, ella lo lleva mal. Se defiende diciendo que sus padres poco más que la envenenaron cuando con once años le dieron antibiótico para la caries, según ella eso le interrumpió el crecimiento. Puede ser. La verdad es que tiene los dientes peleados entre sí. No es que no se hablen. Es que ni se miran. Estoy pensando que asusta tener según qué sexo con ella.
Hoy he arrancado una hoja del tacote. En blanco, aún. Pero me he decidido para experimentar cómo se siente uno cuando anota algo frugal, arranco la nota y la tiro a la papelera de modo descuidado. Ha estado bien. He acertado la canasta a la primera. Claro que estaba a un metro escaso pero yo soy novato en estas lides así que me he quedado satisfecho. Me ha pasado cinco minutos mirando y remirando la nota en el fondo de la papelera, ya sabéis, para recrearme en mi éxito, para revivir el momento.
Ha sido emocionante.
Me pasó algo que lo cambió todo. Estaba solo en casa y llamaron por teléfono. Era una compañía haciéndome una oferta para cambiar de proveedor de la ADSL. No podía creerme lo que me estaban ofreciendo y pedí que me lo repitiera para apuntarlo pero como el teléfono está en el pasillo no tenía mi tacote de notas a mano, así que lo apunté en la pared, y eso a pesar del gotelé.
Así que he cambiado el sitio del tacote. Ahora lo tengo en el pasillo, junto al teléfono. Esperando la próxima oferta. Paseo como un puma por el pasillo mirando el teléfono de reojo, como si fuera un manatí gordo, grasiento y apetitoso. Llego a la puerta de la cocina y la traspaso con el oído atento, abro la nevera, la cierro y vuelvo sobre mis pasos en dirección otra vez al pasillo. Entonces caigo que no tiene sentido comparar al teléfono con un manatí. Los manatíes son acuáticos. También se llaman dudongos y creo que un puma —seamos realistas— jamás podría con un manatí. Es decir, podría matarlo, eso sin duda. Pero cómo se las apañaría para sacar un bicho que supera las dos toneladas del agua…,
Dos meses y no he podido anotar nada en mi tacote de notas. He repetido la experiencia de la papelera, la he separado al triple de distancia y soy capaz de acertar dos veces de cada tres. Sin comentarios. El bloc que forman las hojas ha ido disminuyendo, lo he deducido ya que notarse no se nota mucho pero basta con mirar la papelera para darse cuenta que ha debido de mermar. Me he preocupado un poco. Y he ido a comprarme otro. Por si acaso me hace falta.
Estoy harto de esperar una oferta que no acaba de llegar. Además aquella oferta prometida quedó en agua de borrajas, la compañía en cuestión (no la nombraré por miedo a posibles demandas) resultó ser una embustera. Y encima la tinta no se va de la pared. Así que he decidido pasar a la acción, convertirme en proactivo. He llamado a Marta, y la cosa ha ido más o menos así
—Hola, enana.
—Te he dicho mil veces que no me llames así, gilipollas.
—Perdona, perdona…
—Ni perdona, ni leches. Estoy hasta las narices de ti ¿Qué quieres? Estoy liada con el curro.
(se me ha pasado por la cabeza…, lo juro. Pero me he contenido, después de lo de hasta las narices de ti he pensado que no era buena idea llamarla practicante. Yo creo que estaba susceptible, seguramente la regla. Está claro que el quince no es mi número de la suerte)
—¿Tomamos algo después?
—NO.
—Por favor, Marta. Tengo ganas de hablar con alguien que sea humano. Podemos quedar en algún sitio diferente.
—¿Diferente, quieres decir en algún sitio nuevo?
—Sí, sí…, eso es. Donde tú quieras. (mi mano apoya el bolígrafo en el tacote)
—Escúchame atentamente.
(¡Dios qué emoción…!)
—Dime, dime…
—Que te vayas a la mierda.
Después ha colgado. Sin más. Miro la hoja del tacote y no puedo sino sentir pena por ella. Ha sido un casi. Una promesa incumplida. Un querer y no poder. No puedo imaginarme cómo debe de sentirse en estos momentos, quizás inútil, fatuo, como un sobrero en una corrida de vitorinos…
—Te lo compensaré. No te preocupes.
La vida son etapas. Y uno no puede estancarse en ellas, corre el riesgo de ahogarse en lo más profundo de uno mismo. Sé que tengo una deuda pendiente y ello me subyugó cierto tiempo pero hoy sé que lo estoy empezando a superar. El tacote sigue allí, esperando su oportunidad pero hoy he decidido vivir el presente. Hoy paso página (sin coñas, por favor). Hoy vuelvo, de alguna forma, a nacer. Me he comprado una alargadera.
Estoy seguro de que habrá una segunda parte. Lo de la alargadera promete y tú siempre fuiste un ligón, por lo que habrá más Martas, Beas, o como se llamen.
ResponderEliminarEspero ansioso!!