Cada día se hace más y más grande, el hueco que dejamos de rellenar con paletadas de tú, de yo. No suman las ganas que dejamos a la fuerza, sin caer en la tentación de explicar las razones, haciéndolo pues, más difícil. Y es que motivos nos sobran, tanto para ir, como para venir. Tantos que no pueden ponerse en una balanza, sin que los platillos, en lugar de juzgar, se rompan.
Queda un bar casi a oscuras, donde nuestras almas hablan a solas, apenas iluminada por la luz que encienden nuestros cigarrillos que elevan humos que hacen visible nuestro interior. Quizás deshecho, quizás desapareciendo.
No puedo apagar una voz que me habla. Ojalá se callara ya.
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