Frank, el dueño de “Whales Tabern”, pensó que sería una buena idea darle algo de color al bar. Renovarse o morir —decía como el que cita a Schopenhauer.
Encargó una enorme pecera con un cardumen de coloridos peces tropicales y la colocó detrás de la barra. La clientela de “Whales Tabern” nunca fue muy observadora pero a pesar de eso, los clientes quedaban hipnotizados mirando el baile conjunto del banco de peces que iban y venían en un espectáculo de color. A Frank le gustó aquello y una noche le colocó un vestido de lentejuelas a Maggie, la camarera. Renovarse o morir —le dijo. Ella protestó y Frank le dio dos hostias. Maggie le enseñó el dedo medio pero agarró con furia el vestido y se lo puso.
A partir de ese momento ocurrió algo inesperado. Los peces debieron pensar que Maggie, con ese vestido de lentejuelas, era su madre o por lo menos un familiar cercano y comenzaron a seguirla sin descanso. Maggie protestó .
—Me ponen de los nervios Frankie, empiezo a verlos incluso en mi día libre y Al está mosqueado porque cuando follamos siempre miro tras el hombro y no me relajo.
Frank le dio otras dos hostias.
Una noche Maggie perdió los nervios y cogió la recortada que escondía junto al whisky de marca, la cargó con una sola mano agitándola violentamente y empezó a disparar vomitando... ¡dejad de seguirme bichos inmundos! Los peces huyeron despavoridos, hubo quién dijo que en sus caras se reflejaba el terror. La pecera se quebró en mil pedazos dejando pequeñas notas de color dando saltitos y agonizando por todas partes.
Cuando Frank se enteró…, bueno. Ya sabéis.
Me gusta el poderío de las dos hostias...
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