domingo, 12 de marzo de 2023

El masturbador de mujeres II

 

Mario Cadonacci era muy diligente, y enseguida supo ver el potencial de la situación. La alcaldesa sería su pica en Flandes, así que habría que esmerarse. Y lo haría.

Ágata lo miró desafiante.

—¿Dónde hay que subirse? —Ágata se encarama a la silla de ginecólogo— Ah!, sí...y pongo las piernas abiertas, ¿no?  —el ligero vestido deja a la vista unas bragas que, a pesar de ser de faja ancha, dejan al descubierto una alfombra peluda que parece un gato.

—Santo Dios!, eso podría ser un inconveniente —dice Mario en voz alta cuando su vista se detiene en aquella especie de bosque amazónico— habrá que afeitar.

—¿Cómo?

—Sí, verá. —Mario puso cara de profesor- si le afeito y dejo suaves las ingles dejando limpio el coño de polvo y paja, las sensaciones se multiplicarán por mil. Habrá que aplicar un poco de aceite tras el afeitado. Si me lo permite, yo lo haré y después le daré una vuelta en la rueda .

Un buen montón de pelos yace bajo la entrepierna afeitada de Ágata, la piel está al rojo vivo, no se la puede tocar, hiere cuando se roza. Mario vierte abundante crema en sus manos y directamente en el vientre de la mujer que se contrae al contacto y se escurre sobre sus pringosos dedos patinando en el cuerpo de ella, se acompañan en un baile lascivo empujándose y dejándose acariciar.

Ágata se deja untar la entrepierna con parsimonia, la excitación se junta con el primer dolor y explotan. Gana el placer, y la mujer abre los ojos pidiendo más. Todo chorrea y se desliza babeando indecentemente.

—Es el momento alcaldesa —Mario retira sus manos y atrae hacia sí el cuerpo de ella— le presentaré a la rueda.

—Mmmmppf! —acierta a mascullar Ágata.

—¿Perdón?

—¡Nada...nada...! vamos a la rueda esa!

Mario está sereno y tranquilo mientras sujeta las muñecas de Ágata a unas argollas forradas con espuma, va dándole instrucciones a la mujer mientras regula los apoyos de los pies a la medida de la clienta —es importante que no saque los pies, puede moverse, pero sin sacar los pies— Ágata dice a todo que sí, aunque en realidad no oye nada, está poseída por la urgencia de un orgasmo a medio llegar.

—Ahora pondré la máquina en marcha.

—Sí.

—Es posible que oiga chirriar el mecanismo, es normal, no se distraiga por eso.

—Sí.

—Cuando esté satisfecha yo lo notaré y pararé la rueda, si quiere parar antes diga “pare”.

—Sí.

—¿Lo ha entendido todo?

—¡QUE SÍ…!

La máquina empieza a girar lentamente, Mario la va acercando con movimientos precisos hasta que está a punto de tocar el cuerpo ansioso de la alcaldesa. Se detiene, echa un último vistazo y comprueba que está todo en orden. Pero no lo está.

La alcaldesa ha sacado los pies, y está colgada de las muñecas intentando acercar la pelvis a esa máquina que no la toca, la lengua fuera, los ojos desorbitados, la cara compungida por el esfuerzo.

—¡Pero Ágata! —Mario se dirige a ella y vuelve a colocarla adecuadamente—¡le dije que no se moviera! Podría ocurrir un accidente y eso sería nefasto para los dos.

—Te voy a matar — la expresión de la cara de Ágata deja claro que no es en absoluto una bravata—. Como no me enchufes las plumas ¡ahora!, juro que te mato de la muerte más horrible que puedas imaginar.

—Tiene que intentar relajarse alcaldesa —Mario teme por su pica en Flandes— tenga en cuenta que aquí se viene a disfrutar y esa actitud…

—¡Que me la enchufes, COÑO!.

 

Una pluma le toca el vientre, y después otra y otra…, cada vez más seguido, las plumas son largas, ligeras ,en punta…, de pronto la rueda se para y empieza a girar a contrapelo, la velocidad aumenta y es distinto- Ágata se arquea, y las argollas se le clavan en las muñecas a pesar del forrado-,  la rueda baja y se acerca a la entrepierna que gotea y tiembla al sentir el vientecillo previo al primer contacto…, apenas las puntas empiezan a sucederse rozando la superficie de los labios rosados de la señora alcaldesa , es demasiado para el ansioso cuerpo de hembra y se oye.

—¡Ahhhh!— ¡AAAAAAHHHHHHHHHH! … ¡AHHHHHHHHHHHHH!..

La alcaldesa inspira y contrae el abdomen intentando huir de las plumas que pugnan por volver a alcanzarla – no..nnoo..nooo,…. ¡Ahhh!...!ahhh!

La segunda corrida la pilla desprevenida.

—¡ AAAAAAAAHHHHHHHHHHH!

—Ya!..ya!..vale!..VALE! —Ágata suplica mientras las plumas siguen girando-—¡Aggg!..!por favooorrr...ya!..

—¿Quiere decir que pare? —Mario duda, las plumas giran… —no ha dicho la palabra correcta Ágata, por favor, dígala para que sepa que…

—¡PARE!

— Correcto. —Mario detiene la máquina bloqueándola con un pasador de hierro y una pluma se queda a un milímetro del coño de Ágata, mirándola como si fuera el mismísimo diablo.

Mario escribe un libro basado en las mujeres que pasan por sus maquinas, de la alcaldesa hizo la siguiente anotación. “La pasión se guarda en la espera”.

Ya se extendería más tarde.

1 comentario:

  1. La sexualidad femenina se te apodera. Buscas más. Lo sabes. Lo tienes.

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