Solo está el que no encuentra propósito. Vivir sin propósito es como comer sin hambre. Vivir, en este caso, es acumular respiraciones.
No es lo que haces, es saber por qué lo haces.
Y esa razón tiene que descansar en algo a lo que, mirándole a los ojos sin que tengas un atisbo de duda y sin que el miedo asome por un instante, puedas llamar verdad.
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