Maestro. He estudiado Annapanassatti durante cinco años. Después shamata durante otros cinco. Ahora llevo dos años estudiando vippassanna…
Sí.
¿Por qué? ¿Por qué hace falta tanto tiempo? ¿Por qué es tan
largo aprender?
Entraste al monasterio con doce años ¿verdad?
Sí, maestro.
Cuando entraste, ¿qué traías contigo?
Un jergón, apenas. Con algo de ropa y algún recuerdo de mi
familia.
Algo más traías ¿no?
No.
Sí. Traías tus ideas acerca de quién eras. Tus creencias de
cómo funcionaba el mundo…, de lo que era el mundo. Traías tu mente ocupada ¿No
es así?
Sí. Supongo que sí.
En estos doce años, en realidad, no has aprendido nada. Lo
único que has hecho ha sido comprender algo muy difícil de aceptar.
¿El qué, maestro?
Lo que nos impide cambiar.
¿Y qué es?
Tener una mentalidad abierta, no es entender tal o cual cosa
diferente a lo que creemos. Por ejemplo. Si yo creo que mi seguridad depende
del dinero que atesoro, puedo entender a alguien que diga que la seguridad no
reside en el dinero. Puedo entenderlo, y siempre que no me soliciten
desprenderme del mío, no habrá ningún problema. Y podré decir: tengo una
mentalidad abierta. Entiendo que haya gente cuya seguridad no resida en el
dinero ¿Comprendes?
Sí.
Pero eso no es tener una mentalidad abierta. Solo es
comprender una frase. Abrir nuestra mentalidad es estar dispuestos a abandonar
nuestras creencias para adoptar otras y ver qué ocurre.
Pero eso requiere fe.
La misma que tenemos en que el dinero nos da seguridad. La
fe siempre está. Lo que tenemos que cambiar es hacia dónde dirigimos esa fe. El
objeto de la fe.
Sí.
El tiempo solo es necesario para abandonar nuestras viejas
creencias. Cuando lo hagas, podrás adoptar las nuevas y ver cómo te va con
ellas. Y cuando estés listo para eso, si escoges bien, comprobarás que el
tiempo deja de existir.
Gracias.
No estoy seguro que el tiempo deje de existir, pero desde luego, sin una mente abierta, nos hacemos más pequeños, más inútiles.
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