Los disfraces solo tienen un propòsito.
Escucha.
No te dejes engañar por las lentejuelas que le dan brillo, que lo adornan o por el aspecto tenebroso de una careta especialmente bien hecha.
No mires al disfraz con los ojos.
Los disfraces son muy numerosos. No se pueden contar.
Pero el disfrazado, no.
La culpa crea al miedo.
El miedo al pecado.
El pecado a la penitencia.
La penitencia al sufrimiento.
Creemos que el sufrimiento lavará nuestra culpa.
Este es el poder de creer.
Sin embargo: Somos inocentes aunque nos sentimos culpables.
Por esto, nuestro sufrimiento es inane.
Ya estamos salvados.
Este es el poder de la verdad.
No dejes que los disfraces te engañen. La mentira se disfraza para parecer verdad.
Solo ríndete a lo ùnico que es real: eres inocente.
Ríndete.
Eres inocente.
Me dejas más tranquilo. Hay tantos disfraces para tantas culpas...
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