ACTO PRIMERO: El miedo.
Dime, cuando tienes miedo ¿Qué temes?
Enfermar, sufrir, al dolor, morir…
Todo ello está relacionado con el cuerpo. Déjalo a un lado ¿Qué temes?
A que todo lo referido le ocurra a otro cuerpo. Uno que me importe.
Quieres decir a la pérdida de un ser querido.
Eso es.
Podríamos decir, por lo tanto, que el problema del miedo es inherente al cuerpo físico.
Sí.
Es decir, que el miedo acompaña al cuerpo. Como una sombra que no depende de luces y te sigue incluso entre sueños.
Cierto.
Pero ¿Y si no fuéramos este cuerpo, qué pasaría entonces con el miedo?
ACTO SEGUNDO: Causa y efecto.
Dime: ¿Puede existir un efecto sin causa?
No, maestro.
¿Y puede influir, de alguna manera, un efecto en su causa?
No. La causa provoca el efecto. Sin causa no existe el efecto. Hay, por tanto, una servidumbre del efecto a su causa.
Bien, así es. Y dime: ¿Cuál es la primera causa?
La primera causa es aquella que no proviene de ningún efecto. Todo efecto se convierte, una vez manifestado, en causa. Así, el trueno es efecto del rayo pero su sonido es causa del alboroto de los estorninos.
Todo efecto, pues, procede de una causa. Es una cadena sin fin pero con principio.
Sí.
TERCER ACTO: El cuerpo.
Dime: ¿Puede el cuerpo curar a la mente?
No. La mente cura a la mente.
Bien, dime: ¿Puede curar la mente al cuerpo?
Sí. El efecto placebo lo demuestra.
Es decir, la mente puede curar al cuerpo pero este no puede curar a la mente.
Asi es, maestro.
¿Qué significa?
No lo sé.
Significa que la mente es más poderosa que el cuerpo. Y como ambos están relacionados, significa que la mente es causa y el cuerpo, efecto.
¿Quiere decir, que la mente crea al cuerpo?
Sí.
Pero entonces, somos mente y no cuerpo.
Somos mente manifestada en un cuerpo.
Si el cuerpo guarda al miedo.
Y no somos cuerpo.
¿Dónde queda el miedo?
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