
Hay una rosa en un jardín,
mustia y con la mirada baja
las hojas empobrecidas
y por su peso, doblada.
La tierra es negra
—digo la tierra que la abraza—
sus labios, que eran carmesí
ahora son solo miradas.
Y contempla su tallo que se arruga
dejando de ser rosa, para ser
rama,
esa rosa postrada al tiempo
cayendo como caen
de tus ojos
todas las lágrimas.
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