viernes, 5 de junio de 2020

Disparos sonaron en la noche

Regresé sobre mis pasos al corazón de Barrio Infierno. Hacía años, ya, que había decidido alejarme de aquel ambiente sórdido y humeante. Lo cambié por una vida regular sacando la basura, al perro y mis ganas de machacarle la cabeza al gilipollas de mi editor. Una noche, por descuido, metí al perro en el contenedor y puse la basura a mear contra una farola. Fue entonces cuando me di cuenta que la vida son círculos y que era hora de huir de aquellas rutinas que estaban acabando conmigo. Así que llevé mi cuerpo al “Whales Tabern” que más que el corazón, era el hígado de Barrio Infierno. El local no había cambiado nada, cosa que agradecí, seguía siendo un tugurio en blanco y negro donde los colores se difuminaban tragados por el luto de la desesperanza.
—Hola, Frank. ¿Whiskey?
—Hola, Ben. Doble.
—Mucho tiempo.
—Demasiado.
Ben había envejecido. Supongo que yo también. Pero sin duda él, más. El cuello almidonado de su camisa blanca le bailaba con holgura sobre la garganta, parecía una camisa prestada sobre un cuerpo en propiedad que resistía peor los lavados del tiempo. Ben había entrado en “Whales Tabern” de mozo de escoba. Lavaba escupideras y ayudaba a arrastrar cadáveres cuando la noche se animaba. Decían que él no perdió la virginidad, la cambió por su puesto tras la barra. Solo eran rumores. Qué demonios.
—Ben ¿Puedo preguntarte una cosa?
—Claro, Frank. Lo que quieras.
—¿Es verdad que pusiste el culo para ser barman?
Ben miró mi vaso al que le quedaba aún un trago. Cogió la botella tras el mostrador y me sirvió otra copa.
—A esta invita la casa, Frank.
—Nunca hice caso a esos rumores, Ben. Pero supongo que no hay forma de asegurarse si no es preguntando. Comprenderé que no me contestes, al fin y al cabo no es asunto mío pero ¿sabes?, la vida te enseña que hay pocas certezas. Ahora valoro las certezas. ¿Lo hiciste?
—Dime algo, Frank.
—Lo que quieras, Ben.
—Si te estuvieras ahogando y no supieras nadar ¿cogerías el flotador que alguien te lanzara para seguir vivo?
Ben era un buen barman. Sabía de memoria las bebidas de sus clientes. Sabía mantener las distancias hasta que estas se hacían demasiado cortas como para continuar callado. Sabía iniciar una conversación y sabía acabarla.
—Bueno, Ben. Supongo que depende.
—¿De qué, Frank?
—¿Era grande el flotador?
—Siempre fuiste un cabrón, Frank.
—Yo también me alegro de verte, Ben.

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