domingo, 31 de mayo de 2020

El blues del gorrión


Elly solía contarme un curioso cuento sobre gorriones. Acostumbraba a llevar un delantal sobre medias de fantasía y tacones muy altos en el bar de Ernie mientras servía copas que le pedían incluso los abstemios.

El marketing es una forma de ser defendía mientras movía las caderas enmarcadas en un tanga tan negro como el fondo del cañón de un revolver.

Alguna vez se la vio llorar. Sola y apartada en una mesa de madera tan desnuda como los huesos del cadáver de una clase de ciencias. Entonces podías acercarte a ella sin el deseo mundano de perderte entre sus duros pechos de pecado, y ella te hablaba del gorrión.

Según Elly, cuando estaba lo bastante bebida, un gorrión le nacía de la cabeza y escapaba a un lugar llamado Lagarto´s dreams; un sitio donde podía sentir paz. Era tan real en su boca la descripción de aquel lugar que deseabas vender tu alma al peso por unos pocos centavos y comprar un billete de ida, con la sola condición de que no hubiera vuelta.

Yo creía a Ellie. Puedo incluso jurar que la última vez que cantó en el escenario gorjeaba como un gorrión. Tras esa sublime actuación, fui a dejarle un ramo de rosas negras en su habitación. Y fue entonces, a la vista de su delantal cuidadosamente doblado sobre la cama, cuando entendí que había volado a Lagarto´s dreams para siempre.

Algunas veces la echo de menos y otras, paso las tardes en el parque, esparciendo pipas para que vengan los gorriones a comer, con la esperanza de ver alguno con tanga negro y pechos duros como el pecado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario